jueves, 8 de agosto de 2013

¿Ser amante o no serlo?

Siempre me pregunté cuál es el papel que desempeña el amante. No el motivo que lleva a una persona a convertirse en uno, sino descubrir cuál es el lugar que ocupa. Porque la existencia de un amante tiene que tener una explicación razonable y no instintiva. La literatura y el arte en general se han encargado, por siglos, de elevarlo a una posición que lo glorifica, como si fuera un héroe digno de imitar. En muchas conversaciones (femeninas en su mayoría), se menciona la adrenalina que esto produce, el sabor a lo prohibido, etc... etc. Pero tanta banalidad me desagrada. Son excusas tontas y vacías, que generan autoengaños. Si buscamos en nuestro interior (y en muchos casos, no tan profundamente), seguro encontraremos millones de razones para desempeñar el papel de amante, o de adquirir uno para disfrutar de sus funciones, si lo creemos necesario. Motivos son los que abundan. Hablando con un amigo recientemente, me ha confesado con un éxtasis inaudito... ¡qué se había transformado en el amante de una mujer casada! (Un requisito indispensable para que esto ocurra, es la dualidad amorosa en una pareja, de alguno de sus integrantes). El caso es que entre su novedosa alegría, dejó entrever que esa clase de felicidad no es tan gratificante como se supone que debe ser. El encuentro, me decía, lo realiza después de la 21:00 hs, en el momento en que el esposo sale hacia su trabajo. En la primer semana, todo marchó a la perfección, según él. Pero a la segunda, la rutina clandestina, se vino a pique. Cierto día, de lluvia intensa y con un frío que haría retroceder hasta el más valiente (o tonto) de los humanos, mi amigo fue a su acostumbrada cita. Esperó pacientemente, y soportó estoicamente (según él) las inclemencias del tiempo. Nada... 21:30... nada aún... 21:55... nada de nada. El esposo prefirió quedarse en su casa, acostado con su esposa, mirando televisión, tomando un reconfortante café. Pasadas las 22:30... (¡sí!, increíble), mi amigo desistió y volvió a su casa con un principio de hipotermia, herido en su alma y su corazón. ¿Cuál es el papel del amante?, vuelvo a preguntar. Porque la persona que nos convierte en uno, no nos elige a nosotros. No. Elige a su compañero, con el que convive. Al que cuida y atiende en casi todo momento. El amante solo recibe, por consiguiente, un placer retaceado, un segundo plano en el cuál no se pueden compartir los momentos más simples e importantes de un romance oficial. Solo encuentra... ¿placer?. Después de esa accidentada tarde, mi amigo, nunca más volvió a disfrutar de su aventura amorosa. La voz femenina que lo invitaba por teléfono, nunca volvió a escucharse. Hoy, él se está recuperando del resfrío, pero de su decepción amorosa según me dice, curarse le va a llevar... un buen tiempo

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