martes, 25 de agosto de 2015
#CDMA: El sexo casual y cómo repetirlo
La noche es como un arma de fuego. En sí ninguna de las dos son peligrosas, la amenaza radica en lo que se haga con ellas y con qué se complementen. Una noche sin alcohol es tan inofensiva como una pistola sin balas. Cuando llegué a casa de mi amigo Esteban para celebrar su cumpleaños, los tragos y otros estupefacientes llevaban horas de estar circulando. A pesar de ello, la ocasión estaba bajo control y seguía siendo una reunión de mediano tamaño. La concurrencia se había fragmentado en pequeñas células, como si se tratara de varias mini fiestas en una sola. Cada isla de individuos tenía una personalidad propia. Yo me acerqué a donde estaba la gente que conocía, aunque era una de las más calladas.
Esteban me dio a elegir entre una cerveza artesanal que había conseguido de un conocido suyo o un exótico shot hecho a base de Controy flameado. Opté por la primera y una vez armado recibí los rigurosos saludos de cortesía, esos “¿Cómo has estado” y “¿Qué cuentas?”, llenos de esperanza para dar pie a una nueva conversación. Di un breve estatus de mi situación de vida y, tras un par de sonrisas desinteresadas, permanecimos en silencio. En ese momento, una chica en la multitud vecina confesó: —Sí, la verdad sí, me fui con él y cogimos.
Uno de los tantos riesgos de combinar la noche con la bebida es que se puede hacer una revelación, como la de tener sexo con un extraño, a un cierto volumen en el que otros puedan escucharla. —Estoy desesperada —dijo la desconocida—. En la mañana lo volvimos a hacer y le pregunté si quería quedarse un rato, pero me contestó que tenía una comida familiar. Me dio dos besos seguidos en la boca, no me pidió mi teléfono ni nada y solo se fue.
Debo reconocer que la anécdota narrada en el comedor era mucho más interesante que la que estábamos teniendo en la sala —un amigo hacía un recuento del nuevo organigrama de su trabajo—, por lo que no me pude resistir a escuchar el resto.
—No te preocupes —le aconsejó una joven rubia a la mortificada mujer—. Ya se habían visto antes, ¿no? —Sí. Es conocido de varias amistades. De hecho me lo topo con frecuencia. Pero en esa fiesta hablamos increíble, nos echamos unas copas y lo invité a mi casa. —Ah, entonces no te agobies, seguro se le pasó pedírtelo— sugirió alguien.
—Exacto, te va a agregar a Facebook en cualquier momento —trató de tranquilizarla otra amiga.
Me terminé mi cerveza y fui a buscar una nueva al refrigerador. En la cocina estaban los encargados de preparar los shots, riendo incoherente, mientras un labrador se paseaba ansioso entre sus piernas esperando a que alguno tuviera misericordia y le compartiera algo de comer.
Al regresar a mi lugar, el debate ajeno seguía estancado en el mismo tema.
—Tenía una comida familiar, obvio se le olvidó pedirte tu número —insistió la rubia. —Perdón que me meta en lo que no me importa —interrumpí yo, generando curiosidad en el grupo—. No estoy de acuerdo. No quiero demeritar los consejos y opiniones de los demás, pero creo que por ahí no va el asunto. —Sí, yo tampoco —dijo la desconsolada chica. v —Yo pienso que para el tipo éste, fue un acostón de una sola noche. Un lapso pasajero, divertido y solo eso —opiné, provocando que el resto de la gente me mirara boquiabierta—. Pero, el hecho de que no te pidiera tu teléfono o te agregara a alguna red social no es lo relevante, sino qué vas hacer cuando lo vuelvas a ver. Les expliqué mi postura, argumentando que la próxima vez que se lo encuentre, ella tiene que aparentar absoluta indiferencia, saludarlo con naturalidad y educación, sin mostrar ningún tipo de interés. De esta forma él se sentirá intrigado e incluso, podrá cuestionarse su desempeño durante el acto sexual que compartieron. Un hombre que logró el cometido de satisfacer a una pareja, se pavonea por días, presumiendo su virilidad. Ése es justo el pilar que ella debe de atacar para derrumbar la soberbia y apatía.
—Te aseguro que hará lo que sea por volverte a llevar a la cama —afirmé—. ¿Te gustaría que pasara? —¡Claro! —respondió con una sonrisa conspicua.
—Entonces, después de esa segunda reunión, tú le pides a él su teléfono y le dices: ‘Por si se me vuelve a antojar’. Las noches combinadas con alcohol pueden ser peligrosas, pero las noches con poder son más divertidas.
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