miércoles, 8 de abril de 2015
El vacío espiritual vs el dios dinero
De qué se alimenta el hombre posmoderno? ¿Qué le sustenta la vida o, a quién le teme para detenerse frente a los símbolos? La percepción habla de esa ausencia de miedo, de temor y de angustias frente a la mirada o a la negación misma del colectivo social. Quién ha convencido al hombre posmoderno de que lo mediático es lo que importa, debido a la pérdida de la memoria del colectivo y la prisa con que se distraen los propósitos vitales. Una buena parte del colectivo social ha optado por distanciamiento emocional positivo para no contaminarse o para no sentirse tentado a entrar a la patología de la posmodernidad: La adicción al dios dinero.
Después que el mundo dejó de ser bipolar; después de la guerra fría y de las confrontaciones ideológicas. El capital demostró con creces que el mercado regularía la existencia, las desigualdades, la educación, la salud, la calidad de vida, el desequilibrio entre los iguales.
Ese hombre nuevo de la sociedad relativa vive sin códigos, sin rostro y sin palabras. Después de la muerte del militante, nos hemos quedado conviviendo con sujetos, hábiles, capaces de sintonizar en cualquier causa, fluir en cualquier proceso y conseguir espacio en más de un hábitat, debido a su naturaleza pragmática.
Ahora resulta que el mercado ha valido y ha simbolizado al “dios don dinero”. La psiquiatría ha tenido que aceptarlo como una adición y una obsesión por la acumulación, que va más allá de la gula, el deseo, la codicia, para verle como la nueva adicción posmoderna que ha sustituido a las demás drogas.
El expresidente de la Uruguay José –Pepe –Mujica ha dicho: “Hemos tenido que legalizar la marihuana, para quitarle parte de la plata y el mercado al narcotráfico, debido que lo contaminan todo, con el dinero que se lava, se corrompe y se compra de todo”.
Esa adulación por el dinero, y esa necesidad existencial por poseerlo, acumularlo, ha conquistado al hombre; pero también, lo ha dejado deshumanizado, sin códigos, sin ética, sin moral y, peor aún, con un vacío existencial enorme. Esa búsqueda desenfrenada y pasional por el dinero ha confrontado los viejos paradigmas, de la inversión por la familia, las personas, las comunidades, la salud, el ambiente, la educación, la dignidad, la espiritualidad etc. El Papa Francisco ha expresado su angustia por este comportamiento universal del hombre del mercado que ha dejado de temer a Dios, a la historia, al presente y al futuro. “Los lobos, como le llama el Santo Padre”, se organizan, se agrupan y responden como grupos corporativos que intimidan y reproducen el miedo a las personas, a las instituciones y a los grupos de pensadores sociales.
Todos tenemos miedos; unos lo ocultan, otros juegan al silencio, y las sociedades han perdido la capacidad de asombro, para ponerse a los pies y simular el descontento. El mensaje está claro, los perdedores son el tejido social; los otros y los que han decidido practicar la diferencia.
A estos le ha llamado Zygmunt Bauman la nueva individualidad, “un valor solo en la medida en que no es don que obtengamos gratuitamente, es decir, solo si hay que luchar por ella y precisa de esfuerzo para conseguirse”. El vacío espiritual ha dejado que el mercado y el “dios dinero” normalicen la vida de todos los ciudadanos. Confieso mis propios temores al leer la noticia de que: “El Papa Francisco anuncia que su papado será corto” “parece que ganaron los lobos”. Eso reproduce el miedo y la desesperanza, pero también la impotencia, la rabia y la frustración. De verdad, son percepciones replanteadas desde el cerebro racional, aunque se perciben desde el cerebro emocional.
El vacío espiritual es más que percepción; el hombre ha decidido ser pragmático y adicto al dinero.
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