lunes, 11 de agosto de 2014
Dios y la pobreza
Según un estudio del Banco Mundial, que vincula el crecimiento económico y la equidad en la República Dominicana elaborado en enero de este año, el país ha tenido un desempeño económico muy dinámico en los últimos 20 años, registrando un crecimiento del PIB per cápita real cercano al 4%, el más alto de América Latina y uno de los más altos del mundo, conjuntamente con baja inflación en la mayor parte del período. Sin embargo, el país tiene todavía importantes retos que enfrentar.
La movilidad social, es decir, escapar de la pobreza en cualesquiera de sus formas es uno de esos retos, por ejemplo el referido estudio señala que del año 2000 al 2011, apenas por debajo del 2% de la población de la República Dominicana experimentó una movilidad económica ascendente, mientras que el 19% de la población cayó de estatus económico, y la inmensa mayoría, un 79%, no tuvo ningún cambio de estatus económico. Apenas el 3.2% de los dominicanos que eran inicialmente pobres en el año 2000 lograron escapar de la pobreza para en el año 2011.
Desde una perspectiva bíblica podemos afirmar que el Dios creador de todo lo que hay en los cielos y en la tierra no hizo al pobre. La pobreza es una condición. El estatus de pobreza se encuentra en la manera en que se construye la sociedad, es el resultado de estructura económica que se han forjado en el tiempo, de los intereses económicos que no toman en cuenta el bien común, sino solamente su bienestar propio. Por lo que la pobreza se constituye en una injusticia.
En el libro de Éxodo, leemos en el capítulo 3:7-8a “Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos de la mano de los Egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel”. En estos textos, se nos declara que Dios es un Dios que oye, que sus oídos están atentos al clamor de su pueblo. Es un Dios que también ve la aflicción, que conoce de las penurias; pero que al mismo tiempo, no se queda pasivo frente a estas situaciones, sino que acude a liberar a los pobres, a los oprimidos. El Dios que encontramos manifestado en el libro del Éxodo, se identifica, con los esclavos, con los más débiles. Por lo que menospreciar al pobre es menospreciar a Dios. Tener una actitud negativa acerca del que padece injusticia social y económica es rechazar a Dios.
El famoso Teólogo Suizo Karl Barth expresa en este sentido, lo siguiente: “Dios se coloca siempre de manera incondicionada y apasionada del lado de los más pobres y de este lado solamente: contra los soberbios, siempre a favor de los humildes, contra aquellos que poseen y defienden sus derechos, y de parte de aquellos a quienes se despoja de esos derechos”.
La pobreza es una realidad que nos golpea cada día más fuerte, mostrando su feo rostro en los indicadores de desarrollo humano y al mismo tiempo en las comunidades rurales, bateyes. Pero tenemos que señalar que la misma es susceptible de eliminarla y que es una condición opuesta a la voluntad de Dios.
La lucha contra la pobreza no debe centrarse en ayuda directa, debido a que quienes la perciben tienden a conservar su situación y perpetuarse en ella. Por lo que este tipo de ayuda debe reorientarse y tratar de eliminar lo que origina el estado de pobreza.
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