miércoles, 18 de junio de 2014

Las ideas peligrosas



Por FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX henriquezcaolo[@]hotmail.com

Los pensadores suelen enfrascarse en sus meditaciones sin contar con las personas que les rodean. Están empeñados en que las ideas tengan coherencia lógica, conexiones y articulaciones sistemáticas. Pero esas ideas, tan pronto el filósofo deja de pensar en ellas desaparecen de su horizonte mental; y dejan de “afectarle”. Una idea bien pensada, ajustada a la realidad, produce deleite al formularla y puede despertar adhesiones al transmitirla a los demás. Nunca las ideas han estrangulado a un pensador; por más atrevidas que sean, difícilmente llegan a “agredir” al autor. Excluyo aquellos casos de filósofos obsesionados por sus disquisiciones hasta el punto de no poder dormir. Ese fue el caso de Max Scheler: murió por no poder dormir.

Ocurre también que las ideas de un pensador causen irritación entre grupos sociales poderosos y que estos, en vez de refutar sus ideas, prefieran encarcelar o matar al autor. La historia antigua está llena de ejemplos de filósofos perseguidos: Pitágoras, Anaxágoras, Sócrates; y son muchos los científicos y religiosos que han sido condenados a la hoguera o a otras formas de martirio. En todos los casos, son los hombres quienes hacen los daños; las ideas permanecen “en estado neutro”, meras entidades abstractas incapaces de cortar la piel, que no pican ni muerden.

Lo miso pasa con los poetas y artistas. Un poeta busca expresarse a través de palabras sugeridoras que son a la vez música, concepto y espectáculo. El pintor esparce colores sobre unas superficies; el poeta escoge los términos exactos que definen una situación humana; emplea metáforas que ensanchan el uso del lenguaje recibido. Ideas, colores y palabras, no hacen daño directo a quienes las conciben, manejan o emplean. Con periodistas y políticos no sucede así.

De los políticos se dice que “bregan con gente”; sobre la gente circula la opinión de que es “la materia más difícil de manejar”. Ni las ideas, ni los colores, ni las palabras –ni siquiera el uranio radioactivo–, son más peligrosos de manipular que “la gente”. Bregar con gente es la tarea habitual de los políticos. Bregan con las ilusiones de la gente, las libertades de la gente, gastan el dinero de la gente. Los periodistas comentan los hechos cumplidos.

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