miércoles, 29 de enero de 2014

Darwinismo digital: tsunami tecnológico



Dedicado a Pepín Corripio y al formidable equipo del periódico Hoy

En 2002, cuando mi yerno Jason Leedy, quien ha creado tres exitosas compañías de software, me sugirió que incluyera el aspecto digital en mis estudios ya que, a su juicio, la informática produciría cambios dramáticos en todos los sectores, incluyendo el cultural. Atendí sus sugerencias. Ahora, cuando sale al mercado Iphone, en 2007, que empecé a dedicarle casi la mitad de mi tiempo a ese campo.

Cada día era mayor el asombro por la rapidez y drasticidad de los cambios. De hecho, estoy convencido de que esta revolución es más drástica, en sus efectos, que todas las revoluciones ocurridas en la historia de la humanidad.

Esta revolución se divide en tres etapas:

- La informática, 1988-2002.

- La digital, 2002-2007.

- La móvil, 2007 hasta nuestros días.

He realizado proyecciones con la ayuda de Cisco, la principal compañía en fabricación de reuters (puertos de conexión), hasta 2017. v 1. La revolución informática se inicia cuando un grupo de científicos, entre los cuales se encontraban, como las figuras más destacadas, el Dr. Bernard Lee y Vin Cerf. Partieron de unos resultados técnicos legados por Arpa (área técnica del Pentágono) y crearon el internet, aumentando el poderío de las grandes empresas como IBM, Intel, Microsof, Oracle, Hewlett Packeard.

2. La Revolución digital empezó en 2002 cuando los datos digitales eran más grandes que los datos análogos. Jugaron rol estelar: Apple, Google, Youtube, Amazon, Facebook, aumentando extraordinariamente los datos y la creación de redes sociales.

Las compañías dominantes siguieron creciendo pero aferradas a lo tradicional, ignorando lo que crearía la más dramática de las revoluciones: la móvil.

3. La revolución móvil se inicia en 2007 con los teléfonos inteligentes, y las tabletas en 2010, produciendo un aumento exponencial en la creación y tráfico de datos, así como la exploración de las redes sociales. Los usuarios de la internet crecieron de 500 millones, en el 2002, a 1,200,000 en 2007, y de esta cantidad a 2,800 millones en 2013. En ese mismo, 2013, los teléfonos inteligentes eran 1,080 millones, y las tabletas, en apenas tres años, ascendieron a la cifra de 500,000 unidades, erosionando rápidamente las ventas de computadoras personales y portátiles.

Se estima que para el 2016 habrá 3,800 millones de teléfonos inteligentes y que se venderán más tabletas que computadoras. Asimismo, 6,000 millones de 9,000 millones de ciudadanos, en el mundo, tendrán acceso al internet.

Los futurólogos de la tecnología proyectaron, en la primera década del siglo XXI, que en algún momento esta revolución se detendría por la inhabilidad de la técnica para dar una respuesta positiva al explosivo crecimiento y tránsito de datos. Afortunadamente, esas proyecciones no acertaron, asunto que trataremos en un próximo artículo.

Lo fundamental de estas revoluciones es que se caracterizan por poseer lo que nunca existió de forma continua y progresiva en las anteriores revoluciones: la creación de cambios disruptivos.

Hasta 1990, en la historia de la humanidad, los cambios mejoraban y hacían a los productos mejores y más baratos, pero pocas veces ocurrían cambios disruptivos. ¿Y qué es un cambio disruptivo? Es aquel que sustituye el producto y lo reemplaza por otro mucho más avanzado, lo cual produce un efecto cascada en la economía.

En el siglo XIX, hubo cuatro o cinco cambios disruptivos: el ferrocarril, telégrafo; en el XX, entre 20 y 30 cambios: televisión, automóvil, internet. Actualmente ocurren muchos cambios disruptivos cada año y, a veces, cada semana.

Hace apenas ocho días, la compañía de tecnología Illumina sacó al mercado un producto revolucionario HiSeq que permitió rebajar el costo de la decodificación genética de una persona de 10,000 dólares a 1,000 dólares. El descodificar el primer genoma humano requirió 13 años y una inversión de 3,000 millones de dólares, mientras que, con esta nueva máquina, la descodificación exige tan solo 24 horas, cambiando dramáticamente las posibilidades de las investigaciones biomédicas; en un artículo posterior, trataremos este tópico.

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