viernes, 18 de octubre de 2013

Un país muy especial



Nunca quise aceptar aquella frase que surgió al caer en desuso aquello de que este era un país donde al peso le decían tolete, al medio peso ojo de buey, al centavo chele y a la casualidad chepa, ahora nos venden como “un país muy especial”.

Para mí la frase es insultante. Papá me escribió poco después de mi llegada a Venezuela, en 1963, preguntándome “cómo es eso por allá”. Mi respuesta: en todas partes la gente es igual. A quien le da calor se despoja de la ropa que el pudor y la decencia imponen, a quien le da frío se abriga, a quien le da hambre come, si tiene qué y a quien le da deseo satisface su necesidad. En una palabra: todos somos iguales en todos los confines del mundo.

Pero no es así, como decía mi antiguo amigo, Pablo Mckinney: todos somos iguales, pero hay algunos iguales que son más iguales que otros.

Si una persona secuestra otra, el secuestrador es llevado a la justicia, se le sigue un juicio, si el secuestrado es una persona famosa, no importa si la fama es buena o mala, la prensa magnifica los pormenores del secuestro, el pueblo sigue paso a paso, por radio, por televisión, por la prensa escrita, de papel o digital, por “tuiter”, por “feisbuc”, por “uasap”, todos los detalles.

Muchos se apasionan con el tema, “retuitean” la noticia y aquello se convierte en una montaña incalculable de réplicas. Unos opinan en favor y otros opinan en contra. Ello, sin embargo, no nos convierte en un país “muy” especial.

Me refiero a la facilidad con que algunos logran convertir sus acciones delictivas o inmorales en peldaños para subir en la escala social hasta volverse invulnerables a la condena moral que sin duda se han ganado.

Lo que sí nos convierte en un país diferente es la aparente dificultad colectiva para distinguir el bien del mal, un daltonismo moral que afectó el pasado, afecta el presente y hay que evitar que continúe afectando el futuro.

El secuestro de una persona es un acontecimiento pero el secuestro de la voluntad de dos millones de personas pasa como quien ve llover

¿Cómo es posible que Miguel Vargas Maldonado, un hombre que traicionó a más de dos millones de dominicanos para facilitar el robo de las elecciones del 2012, tenga cabida en los medios de comunicación y ostente una posición que ni merece ni le corresponde legalmente?

¿Cómo es posible que se hable de indagar “el origen de la fortuna” de Félix Bautista? ¡Ah! pero ¿tiene fortuna?

A pesar de estas y otras vagabunderías, aún me niego a aceptar que este es un país, “muy especial”.

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