jueves, 24 de octubre de 2013

El renacer de la devoción boschista



La conmemoración de los 50 años del derrocamiento del profesor Juan Bosch, ha servido de plataforma para que los peledeístas se acuerden de su fundador, a quien lo tenían muy marginado en los pasados años, a medida que están más ocupados en enriquecerse desde el disfrute de los cargos públicos, con generosas y gratificantes recompensas.

De ahí la abundancia de artículos aparecidos en los medios escritos y digitales, y en sesudos paneles televisivos o académicos, para analizar las causas del golpe de Estado del 25 de septiembre de 1963, buscando en primer lugar delinear a un nuevo Juan Bosch sin debilidades y elevarlo hacia los cielos como un apóstol, para igualarlo a Juan Pablo Duarte, a José Martí y Eugenio María de Hostos.

Y siguiendo esa línea estratégica, de acallar a quienes le otorgan al profesor Bosch rasgos terrenales de debilidades, pasiones y flaquezas de su carácter tan peculiar, pretenden denostar a quienes, conociendo la verdad de aquellos días, la exponen sin ánimo de polémicas ni de críticas, solo con el deseo de aportarle a las presentes generaciones la ocurrencia de los hechos humanos que le han ocasionado un severo golpe al avance institucional dominicano.

Entonces, en este aniversario del golpe de Estado, se han producido todo tipo de narraciones, incluyendo el artículo “El Prisionero de la Tercera Planta” publicado el pasado 18 de los corrientes en estas páginas de HOY, donde haciendo malabares con la palabra escrita, el autor nos acusa a mi padre, ya fallecido, y a mí, como mentirosos, pretendiendo borrar la secuencia de algunos de los eventos que ocurrieron, desde la tarde del 24 de septiembre hasta el momento en que el día 27, el profesor Bosch fue embarcado en la fragata Mella para llevarlo a la isla de Guadalupe.

La indignación del autor es tal, que descarta y considera como una falsedad y una maldad la petición del profesor Bosch que le pidió a mi padre un veneno o una hoja de afeitar para terminar con su vida, cosa que mi padre rehusó y explicó los motivos para tal decisión. Es tendencia actual de los peledeístas, después que por tantos años han estado en el disfrute del poder, y tenían al profesor Bosch en un simple depósito de los símbolos inconvenientes, para que la fortaleza de sus principios ideológicos, que pretendía inyectarle a sus seguidores cuando fundó el PLD, no les hiciera agitar sus conciencias acalladas, mientras estaban y están empeñados en enriquecerse con el disfrute del poder.

A 50 años del golpe de Estado, los peledeistas consideran apropiado el momento para desempolvar la figura de su fundador y darle el valor que ellos han mancillado, cuando renegaron de sus principios, pero blindados con su disciplina exclusivista, que todavía conservan, para conformar un selecto sector opulento en la vida política, que como se ha visto en los últimos meses ya son varios de ellos que están lanzados a una actividad de formación de imagen presidencialista, cosa que no cuesta dos centavos, confirmando la fortaleza de sus haberes originados desde que iniciaron el disfrute de posiciones públicas.

Hemos visto, a los que han estado escribiendo y hablando acerca de los acontecimientos del 25 de septiembre de 1963, a un Palacio Nacional como si fuera el mercado de Estambul o el de Damasco, ya que según los supuestos protagonistas, todo el mundo entraba y salía sin dificultad del edificio. Y hasta según ellos conversaron y vieron la renuncia del profesor Bosch conociendo lo crítico que era la situación, donde los golpistas no sabían qué hacer con la figura del ex presidente constitucional.

Es indudable que se quiere maquillar la historia del profesor Bosch, y el objetivo es que la culpa no caiga sobre sus seguidores, que tan olímpicamente se desviaron de sus enseñanzas, las enterraron, se tornaron económicamente poderosos y ahora lo rescatan, cuando están ahítos de bonanzas.

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