martes, 1 de octubre de 2013

El muerto vivo



El supuesto fenecido tenía pulso, presión y respiraba

Escrito por: SERGIO SARITA VALDEZ

Recordar es vivir dice la gente, lo cual parece ser cierto cuando de piezas musicales se trata. Fue en la segunda mitad del pasado siglo XX cuando la radio nos hacía esclavos de aquella tonada que iba de la forma siguiente: “A mi amigo Blanco Herrera/ le pagaron su salario/ y sin pensarlo dos veces/ salió para malgastarlo/ Una semana de juerga/ y perdió el conocimiento/ Como no volvía a su casa/ todos lo daban por muerto…/ No estaba muerto/ estaba de parranda”. Advierto que lo relatado a seguidas no corresponde a alguien que anduviera festejando.

Todo comienza una tarde calurosa y húmeda como suelen sentirse en la zona del Caribe.

Recibo una llamada telefónica de un preocupado compañero solicitándome ayuda urgente, pues se ha encontrado con la desagradable sorpresa de llegar a la vivienda de un amigo para encontrarla cerrada sin alguien que responda al toque de la puerta.

El desagradable olor que salía del lugar, aunado al tiempo transcurrido sin tener noticias de esa persona, hizo que el informante llegara a la conclusión de que el conocido era ya cadáver en proceso de descomposición.

Varias horas de angustia, que parecían un siglo, había marcado el reloj, en la infructuosa espera porque apareciera un médico legista para que realizara el levantamiento del fallecido. Como ya es costumbre, uno de los forenses de servicio se encontraba en el municipio de Boca Chica recogiendo a un difunto y ya tenía en agenda cargar otros tres infortunados ubicados en el área de Villa Mella. El otro legista de turno se hallaba en San Cristóbal en tareas similares.

Luego de unas horas de martirio se consiguió ubicar una forense que moraba en la cercanía del sector capitalino de donde emanaba el hedor fúnebre. El fallecido sería trasladado al cementerio Cristo Redentor para fines de autopsia y posterior sepultura.

El cuerpo de la víctima yacía en el piso del baño de la morada. Al informante se le oía acongojado y triste mientras nos hablaba de las bondades y aportes del difunto. Nos relató con humildad como él, junto a otras amistades habían lamentado y llorado el trágico acontecimiento.

De nuestra parte, sentimos la satisfacción de contribuir con el compañero encontrándole una solución al problema del levantamiento cadavérico. Luego de pasada la tarde y ya entrada la noche decidí llamar al director del Instituto de Patología Forense a fin de enterarme de la causa de muerte de la persona fallecida en el hogar. Pero, ¡oh sorpresa! pues de mi interrogante lo que surgió fue otra pregunta: ¿a qué muerto usted se refiere? Respondo diciendo que estoy indagando con relación al putrefacto del ensanche La Fe.

Es entonces cuando me entero que la forense encargada del caso, tras un examen rutinario había notado que el supuesto fenecido tenía pulso, presión y que respiraba. Afortunadamente, el ahora enfermo pudo ser llevado rápidamente a la emergencia de la Plaza de la Salud, a donde llegó con vida. El Homo sapiens es esencialmente un ser social.

En el capítulo tres, versículo 18 del Génesis se lee: “Después dijo Yavé: No es bueno que el hombre esté solo. Haré pues, un ser semejante a él para que ayude”. La soledad no es buena amiga, en su compañía hasta el vivo parece muerto.

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