lunes, 22 de julio de 2013

Dificultades en nexos con Haití

Nadie puede negarles a los haitianos el derecho a poner reglas sobre el comercio con República Dominicana para estimular su propia producción y generar nuevos negocios. El florecimiento de la vecina nación, con la creación de más oportunidades de empleos, serviría para contener la migración irregular hacia el país que ocasiona problemas. Sí preocuparía que se pierdan de vista las ventajas que devienen de compartir una misma isla, con gran potencial para que ambas naciones se complementen obteniendo el mayor provecho posible a sus respectivas condiciones de productores y consumidores. En lo que no deberían incurrir ni Haití ni República Dominicana es en violar las reglas universalmente aceptadas y convenidas en el marco de la Organización Mundial de Comercio; y en eso, el vecino Estado ha sido reincidente al bloquear exportaciones dominicanas. La opción para que una relación bilateral sea satisfactoria por su transparencia y equilibrio es pactar insularmente con atención a las necesidades y aspiraciones legítimas de las dos naciones. El paso inmediato debería ser el que los gobiernos de Puerto Príncipe y Santo Domingo emprendan negociaciones serenas y continuas hasta dejar listo para firma un convenio regulador de cada renglón comercial. Discusión que dé oportunidad a las partes para crear unas reglas del juego basadas en el consenso y con garantías de permanencia. SANGRE SOBRE EL PAVIMENTO ¡NO! Definitivamente ningún chofer o dirigente de gremios de transporte debe morir a manos de agentes del orden en medio de confusas riñas y ánimos soliviantados, como acaba de ocurrir en la llamada “Esquina Caliente” de Herrera. Cualquier exceso de individuos investidos de autoridad debe ser objeto de investigación para establecer responsabilidades y luego aplicar castigo. Lo cierto es que por encima de ese trágico hecho, el país necesita orden en el discurrir del tránsito. El mayor caos de esta sociedad tiene que ver con el uso de vehículos. Con el irrespeto a la ley y a sus guardianes. Un desmadre que ha dado pie a una epidemia de accidentes constituida en una de las principales causas de muertes. La impunidad ha generado una cultura de irrespeto total en la que participa continuamente mucha gente que va al volante. Los gremios hablan mucho de derechos y siempre olvidan sus deberes.

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